Columnas de Opinión Partners

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Por: Gerardo Wijnant, consultor en Sostenibilidad y Nuevas Economías.
La etimología de las palabras nos ayuda mucho para volver a encontrar sentido a los términos que ocupamos, poder conocer su origen y por tanto, entender que es lo que denotan. Es necesario volver, de vez en cuando, a esas raíces, para recuperar sentido en nuestro lenguaje y de esa forma, lograr la correcta acción que se deriva de ellas, particularmente con la cantidad de desafíos que enfrentamos hoy, es necesario mucha claridad.
La palabra “articulación”, proviene del latín, articulare (verbo) y significa unir dos elementos, de manera que estén enlazados, pero con libertad de movimiento, es decir sin perder la esencia ni la finalidad de cada uno de esos eslabones. A su vez, la terminación are, indica ir hacia el infinito en posibilidades. Por tanto, es válido decir que, si somos capaces de articular varios elementos de manera adecuada, podemos llegar muy lejos, avanzar, progresar, sin que esos elementos pierdan su autonomía, identidad y esencia. Esa libertad de movimiento, además, generará armonía, si se deja espacio (no se coarta) a cada uno de esos eslabones en su actuar.
Las comunidades, del más diverso tipo o localización, son conjuntos de individuos que comparten aspectos comunes, como territorio, valores, objetivos o creencias y que, como tales, pueden vincularse, trabajar juntas, ir adelante, multiplicar opciones, sin tener que abdicar de esas bases esenciales, cualidades, especificidades, etc., es decir pueden articularse. Esto, mirado así, significa una inmensa riqueza, pues comprendemos que cada una de estas comunidades pueden aportar aspectos únicos y necesarios y que enriquecen un todo y nos permiten alcanzar infinitas posibilidades.
Lograr un desarrollo sostenible requiere de múltiples saberes, conocimientos, formas de actuar y trabajar, que están en la esencia de las comunidades de intereses o bien que se ubican en determinados territorios. Esta articulación, entonces, se transforma en condición de desarrollo potente, equilibrado, pues es capaz de dar espacio pleno a cada realidad y al mismo tiempo, aunque parezca contradictorio, ese mismo actuar coordinado y a la vez, armónico, genera la virtud de separar los elementos que no dejan que la autonomía de cada elemento se despliegue, que impiden la libertad de movimiento y que llevado al desafío que hoy tenemos no nos permiten avanzar.
Dicho lo anterior, el rol de las comunidades es fundamental para un desarrollo sostenible y regenerativo, pero para que ello se logre, se requiere de una participación muy activa, ya que al involucrarse en la toma de decisiones se generan soluciones efectivas y adaptadas a sus necesidades específicas. A la vez, las comunidades comprenden su entorno, recursos y desafíos, por lo que su conocimiento es esencial para diseñar estrategias sostenibles, además de estar comprometidas con la protección de su entorno natural, promoviendo prácticas responsables con este.