Columnas de Opinión Socios

Capital natural, ciudad, edificación y sostenibilidad: breve aproximación urgente

Por: Constanza Echeverría, Gerente de Desarrollo e Innovación de B-Green.

El modo de implementar sostenibilidad para un desarrollo sostenible descansa en un comportamiento social ético, base para entablar relaciones y vínculos entre personas -en equidad y dignidad- y con los sistemas naturales y humanos, es decir: económico, político, cultural y tecnológico, y en la toma de decisión de cara a las metas ambientales globales, basadas en avance y evidencia científica, innovaciones políticas, acuerdos y cooperación nacional e internacional. 

En este contexto, la compleja realidad ambiental en relación a ciudad y edificación, en algunas pocas cifras, estremece: la cantidad de suelo para asentamientos, al año 2100 podría oscilar entre 1,1 y 3,6 millones de km2, esto es, de 1,8 a 5,9 veces el área urbana total mundial de aprox 0,6 millones de km2 al año 2000 (MIT Professional Education, 2021). Alguien podrá retrucar el dato, argumentando que la cantidad de tierra ocupada y por ocupar es relativamente pequeña, sin embargo, debemos saber que a menudo éstas se encuentran junto a suelos más cualificados y necesarios para llevar adelante la vida de todas las personas, sin mencionar los infinitos impactos y efectos del desarrollo urbano sobre el capital natural. Es sabido, entonces, que gran parte del crecimiento proyectado de la población urbana será en ecorregiones con puntos críticos de biodiversidad. Desde un punto de vista energético, las ciudades consumen entre un 60% y 70% de la generación de energía mundial, y emiten directa e indirectamente casi 3/4 de los Gases de Efecto Invernadero de todo el mundo. Estos dos hechos, por sí solos, son desafíos centrales a la hora de abordar la problemática del cambio climático en un contexto de aumento sostenido de población, de suelo urbano y el necesario replanteamiento de las economías con respecto al capital natural; suelo, agua, aire y biodiversidad. 

En el mundo, la mayoría de las personas viven y trabajan en ciudades, y en las próximas décadas, esta población aumentará considerablemente, con la mayor parte del crecimiento en las regiones en vías de desarrollo. En particular, a 2030, habrá en el planeta unos 8.500 millones de habitantes, y a 2050, alrededor de 10.000 millones, 10% y 23% más que los 7.700 millones de personas que habitan hoy (ONU, 2019). Junto con estas proyecciones, e incluso a pesar de ellas, las ciudades seguirán siendo la forma más exitosa de ocupación humana y de movilización de recursos globales “para un sistema complejo singularmente antropogénico” (MIT, 2021). Según detalla ONU Mujeres, a 2030, un 60% de la población mundial vivirá en ciudades, donde la vida que para mujeres y niñas podría suponer más ingresos, mejores trabajos y una mayor independencia, aún supone ciertos riesgos, sobretodo para aquellas de ingresos más bajos y con “dificultad para gozar el derecho a disfrutar de los beneficios y las oportunidades que ofrecen los entornos urbanos” (ONU Mujeres, 2021). Los espacios e infraestructuras públicas no siempre son -ni serán- seguros para ellas; más de la mitad de las mujeres y niñas de las zonas urbanas carecen de al menos uno de los siguientes elementos: agua potable, servicio de saneamiento, vivienda y/o espacio vital. Es que en ciudad, los desafíos ambientales están relacionados, concretamente, a la calidad ambiental y espacial, y en particular, a la capacidad de abordar de manera proactiva el cambio climático, logrando economías circulares a gran escala, mitigando y revirtiendo efectos ambientales y sociales, incluyendo la edificación, y desde luego, el espacio urbano vacío, en donde ocurre la movilidad y transporte, y toda la vida pública libre. 

En este escenario, cualquier avance hacia la reducción de demanda de energía, de intensidad energética de materiales, de emisiones, junto con la disminución del consumo de agua y avance a la generación 0 de residuos, así como también, a la circularidad del sistema económico, irá asegurando un futuro sostenible donde la equidad y dignidad de todas las personas, especialmente, mujeres, mayores, niñas y niños, y todos los grupos más desfavorecidos, tenderán a ser los más directos beneficiados. 

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